La Ley como Mínimo Moral: Una Reflexión sobre la Integridad y la Ética
La ley ha sido históricamente vista como una guía para la conducta humana en sociedad, estableciendo los límites dentro de los cuales los individuos deben comportarse para vivir en armonía. Sin embargo, surge la pregunta: ¿es la ley un mínimo moral suficiente?, y surge adicionalmente la duda ¿si actuamos estrictamente conforme a la ley, nos podríamos alejar de de la integridad?
Por: Limberg Chero.
La Ley y la Moralidad: Convergencias y Divergencias
En su esencia, la ley es un conjunto de normas creadas por una autoridad legítima con el propósito de regular las conductas dentro de una comunidad. Estas normas suelen estar influenciadas por valores morales ampliamente aceptados, lo que sugiere una convergencia entre ley y moralidad. Por ejemplo, leyes contra el homicidio o el robo se basan en principios morales fundamentales, como el respeto por la vida y la propiedad.
Sin embargo, la ley no siempre abarca toda la extensión de la moralidad. Mientras que la ley establece el mínimo necesario para la convivencia social—lo que podríamos llamar un “mínimo moral”—la moralidad abarca un espectro mucho más amplio de comportamientos y actitudes que no necesariamente están codificados en las leyes. La moralidad incluye, por ejemplo, actos de generosidad, compasión y honestidad que pueden no estar legalmente exigidos, pero que son esenciales para lo que podríamos llamar una vida ética completa.
Hacer Todo lo que la Ley Dice: ¿Es Suficiente?
Actuar estrictamente conforme a la ley podría parecer suficiente para considerarse una persona moral. Sin embargo, la integridad va más allá de la simple conformidad legal. La integridad se refiere a la coherencia interna entre los valores y las acciones, y a la adherencia a un código ético que puede ser más exigente que la ley misma.
Por ejemplo, una persona puede cumplir con todas las leyes en su vida diaria y, aun así, actuar de manera inmoral desde un punto de vista ético más alto. Pensemos en el ejemplo de una empresa que opera dentro de los márgenes legales, pero que explota a sus trabajadores o destruye el medio ambiente. Desde una perspectiva estrictamente legal, la empresa no está haciendo nada malo. Pero, ¿podemos decir lo mismo desde una perspectiva ética? La integridad requiere una reflexión más profunda sobre nuestras acciones, más allá de lo que la ley permite o prohíbe.
La Integridad como Superación del Mínimo Moral
La ley, al ser un mínimo moral, establece las reglas básicas de convivencia, pero no necesariamente promueve la excelencia moral. La integridad, en cambio, nos impulsa a buscar esa excelencia, a actuar no solo conforme a la ley, sino también conforme a principios éticos más elevados. La ley puede prohibir la mentira en ciertos contextos, como en un tribunal, pero la integridad nos exige ser veraces incluso cuando no hay una ley que lo imponga.
Por ejemplo, la ley puede exigir la honestidad en la declaración de impuestos, pero la integridad podría llevarnos a cuestionar si estamos haciendo todo lo posible por contribuir al bienestar común, o si simplemente estamos buscando maneras legales de minimizar nuestra contribución. Aquí, la integridad no se conforma con el mínimo legal; busca lo correcto, lo justo, incluso cuando es más difícil y no está explícitamente requerido por la ley.
Integridad en acción: Cuando la Ley y la Moralidad colisionan.
Un aspecto controversial en la historia siempre ha sido de la relación entre ley y moralidad. Hay momentos en la historia en que la obediencia a la ley ha sido moralmente cuestionable. Pensemos en figuras como Martin Luther King Jr., quien defendió la desobediencia civil frente a leyes que consideraba injustas. En estos casos, la integridad no solo desafía el mínimo moral establecido por la ley, sino que lo trasciende, guiada por principios morales superiores y con líderes que tienen la autoridad moral para defenderlas y reafirmar un compromiso ético más allá de lo legalmente exigido (y acaso, permitido).
El coraje y carácter ético (ethos) siempre será una guía. Hoy en día se vislumbran compromisos con el ambiente y con la lucha contra la desigualdad de oportunidades que requieren una posición activa en el perfeccionamiento de las leyes, en ambientes de transparencia que permitan la co-creación y la emergencia de acciones colectivas con un ethos compartido.
Entonces... ¿Nos Alejamos de la Integridad al Cumplir la Ley?
Cumplir con la ley es sin duda necesario para una sociedad ordenada y justa. Debemos cumplir la ley y buscar (activamente) dentro de nuestro conocimiento y alcance alinearla a la moralmente correcto.
Del mismo modo, podemos decir que reducir la integridad a un mero cumplimiento de las normas legales podría limitar su alcance y profundidad. La integridad no es solo conformarse a las reglas, sino vivir de acuerdo con un conjunto de valores éticos que pueden y deben ir más allá de lo que la ley normalmente exige.
En este sentido, si limitamos nuestras acciones a lo que es legal, podríamos correr el riesgo de alejarnos de la integridad, de ese compromiso más profundo con la moralidad y el bien común. La ley es en muchos casos un punto de partida, un mínimo moral; pero la verdadera integridad nos llama a trascender ese mínimo y a actuar de manera que nuestras vidas reflejen no solo conformidad legal, sino también una búsqueda constante del bien más alto.
Ser íntegro, por tanto, no es necesariamente solo cumplir la ley; es más bien buscar siempre lo que es moralmente correcto, incluso cuando la ley no lo exige, y estar dispuesto a hacer notar cuando la ley no está alineada al camino de la justicia y la moralidad. La integridad, en última instancia, es la fidelidad a un ideal ético que, aunque guiado por la ley, aspira a mucho más que el mínimo moral.
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