¿Cómo la cultura monsefuana puede ayudar a enrumbar el futuro de Monsefú?
La cultura monsefuana no solo es memoria: es movimiento, es futuro. En Monsefú, la identidad no se guarda para exhibirse una vez al año; se teje, se canta, se cocina y se vive todos los días. Por eso, más que una expresión del pasado, nuestra cultura es un motor actual de desarrollo, una industria viva del arte, del sabor y de la esperanza.
Durante la conferencia de prensa del FEXTICUM 2025, quedó claro que Monsefú ha sabido proteger sus costumbres cuando otras ciudades las fueron perdiendo. Gracias al esfuerzo colectivo de familias, artesanos, cocineras y músicos, nuestra ciudad no solo ha mantenido viva su esencia, sino que la ha transformado en fuente de ingresos y orgullo.
Hoy se habla de una visión que trasciende el mes de julio: convertir el FEXTICUM en una plataforma permanente de trabajo, formación y cultura, con impacto regional e incluso internacional. Se proyectan nuevas ediciones en Lima, Santiago, Nueva York o Milán, para abrazar a los monsefuanos del mundo y reafirmar el poder de nuestras raíces. Esa proyección no es improvisada; nace del pensamiento serio, estratégico y profundamente enamorado de Monsefú que guía esta nueva etapa.
Porque el FEXTICUM no es solo una feria: es un sistema de identidad activa, que une generaciones, dignifica oficios y proyecta al mundo lo mejor de nuestro pueblo.
Cultura es lo que somos, lo que sabemos hacer, lo que compartimos con orgullo. Y cuando se convierte en proyecto común, en esfuerzo colectivo, la cultura deja de ser solo herencia… y se convierte en destino.
Por eso, si queremos un futuro para Monsefú, debemos construirlo con lo más fuerte que tenemos: nuestra cultura viva.
¿Cuáles son los retos que tiene Monsefú en cuanto a turismo y hotelería para los próximos 30 años?
El reto de Monsefú no es solo recibir turistas en julio. El verdadero desafío es convertirse en un territorio preparado para el turismo todo el año, sin perder lo más valioso que tiene: su identidad.
Para lograrlo, es necesario repensar el turismo no como un evento, sino como un sistema. Un sistema que conecte al visitante con nuestra historia viva, con nuestras manos que cocinan, tejen, tallan, moldean, amasan y danzan. Se requiere infraestructura moderna, sí, pero también atención profesional, rutas seguras, hospedaje digno, y sobre todo, una cultura de servicio con rostro humano.
Uno de los grandes retos será transformar a nuestros artesanos, cocineras y dueños de stand en verdaderos empresarios culturales. Gente que no solo expone su talento, sino que gestiona su oficio con visión, con marca propia, con orgullo y sostenibilidad. Esa transformación ya ha empezado. Lo vimos en la conferencia del FEXTICUM: por ejemplo, madres golpeadas por la pandemia que hoy forman parte activa del circuito económico, panaderos y artesanas que se convierten en embajadores de la marca Lambayeque, jóvenes que emprenden desde la tradición.
Otro reto clave es la internacionalización. Hoy, Monsefú piensa en grande. Se proyectan ediciones del FEXTICUM en ciudades donde hay una diáspora monsefuana viva: Lima, Santiago, Nueva York, Milán. No se trata de exportar solo una feria, sino de extender un lazo cultural que abrace a los que están lejos sin que pierdan lo que son.
Y finalmente, está la Ruta del Papa. León XIV, elegido como Obispo de Roma siendo Obispo de Chiclayo, celebraba su cumpleaños en Monsefú, acompañado de nuestros sabores. Esa conexión espiritual y cultural puede convertirse en un eje de turismo religioso que una fe, tradición y economía.
Turismo no es solo flujo de gente. Es diálogo entre culturas, es activación de la economía, es construcción de imagen territorial. Si lo hacemos bien, el turismo será la gran puerta por donde el mundo entre a conocer —y amar— la monsefuanidad.
Porque al final, el verdadero destino no es un lugar: es una identidad que sabe recibir, servir y soñar.
Por: Límberg Chero.
Excelente, interesante la propuesta
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