El Rol de los Economistas en un Mundo Incierto: Combinar Resiliencia y Progreso
Por: Límberg Chero Senmache*
*Congreso de Economía CONEE APEECO. 07 NOV 2024
En un mundo cada vez más complejo, nos encontramos inmersos en un entorno donde los individuos, no siempre racionales, buscan en la inteligencia artificial soluciones a problemas cotidianos y estructurales. Al mismo tiempo, enfrentamos la amenaza de desastres ecológicos que plantean desafíos sin precedentes para la humanidad. En este contexto, el rol de los economistas se torna crucial, pues tienen el desafío de combinar la resiliencia con el progreso, diseñando estrategias que nos permitan navegar hacia un futuro más sostenible y equitativo.
La irracionalidad en la toma de decisiones humanas ha sido ampliamente estudiada por la economía conductual. A pesar de contar con más información y herramientas tecnológicas que nunca, los individuos a menudo toman decisiones basadas en sesgos cognitivos y emocionales.
Somos, en muchos aspectos, más parecidos a Homer Simpson que a Albert Einstein. Mientras que Einstein representa el ideal de la racionalidad pura y el pensamiento lógico, Homer Simpson personifica nuestras tendencias a actuar impulsivamente, influenciados por emociones, prejuicios y una comprensión limitada de las consecuencias a largo plazo. Si no somos conscientes de estas limitaciones inherentes a nuestra naturaleza humana, no podemos avanzar hacia decisiones más informadas y racionales. Reconocer nuestras imperfecciones es el primer paso para diseñar sistemas y políticas que nos ayuden a superar estos sesgos y fomentar comportamientos que beneficien tanto al individuo como a la sociedad en su conjunto.
La creciente dependencia de la inteligencia artificial en decisiones cotidianas, como recomendaciones de consumo o inversiones financieras, ha evidenciado comportamientos no siempre racionales. Por ejemplo, en los últimos años, el uso indiscriminado de aplicaciones de IA sin una comprensión completa de sus recomendaciones ha llevado a decisiones financieras poco acertadas para muchos usuarios pues no compatibilizaron su perfil de riesgo con la sugerencia de la IA o hacer algoritmos que solo tomen en cuenta precios pasados sin tomar en cuenta situaciones del día a día relacionadas con las personas detrás de las instituciones.
Paralelamente, los desastres ecológicos han escalado en frecuencia y severidad. Los informes recientes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) señalan que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando, contribuyendo a eventos climáticos extremos. Incendios forestales masivos en regiones como Australia y California, olas de calor históricas en Europa y Asia, y huracanes más intensos en el Caribe son ejemplos palpables de un ecosistema en crisis. Estos fenómenos no solo afectan al medio ambiente, sino que también tienen repercusiones económicas significativas, desde pérdidas en la agricultura hasta impactos en la salud pública y en la infraestructura.
Ante estos desafíos, los economistas tienen la responsabilidad de interpretar datos con humanidad y empatía. No basta con analizar cifras; es esencial comprender el impacto de las políticas económicas en el bienestar común y en el ecosistema vulnerable en el que vivimos. La combinación de resiliencia y progreso implica diseñar estrategias que contemplen un futuro incierto, anticipando riesgos y adaptándose a las nuevas realidades.
Posibilidades de Mejorar la Economía en la Selva
Una de las áreas donde esta combinación de resiliencia y progreso es particularmente relevante es en las regiones selváticas. Las selvas, además de ser vitales para la biodiversidad y el equilibrio climático global, presentan oportunidades para el desarrollo económico sostenible a través de iniciativas como los bonos de carbono, la agroforestería y los proyectos de infraestructura ecológica.
Bonos de Carbono y Conservación Forestal
Los bonos de carbono son instrumentos financieros que representan una tonelada de dióxido de carbono que se ha evitado emitir o que ha sido removida de la atmósfera. Las selvas tropicales, al actuar como sumideros de carbono, desempeñan un papel crucial en la mitigación del cambio climático. Países como Brasil, Perú y Colombia han participado en programas de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD+), donde las comunidades locales reciben incentivos económicos por conservar y gestionar sosteniblemente sus bosques.
Por ejemplo, el Proyecto Madre de Dios en Perú es una iniciativa que protege más de 100,000 hectáreas de selva amazónica, evitando la emisión de millones de toneladas de CO2. A cambio, las comunidades reciben ingresos por la venta de bonos de carbono en mercados internacionales, lo que promueve el desarrollo local sin destruir el ecosistema.
Agroforestería como Modelo Sostenible
La agroforestería combina la agricultura con la silvicultura, integrando árboles y arbustos en sistemas agrícolas y ganaderos. Este enfoque mejora la productividad, la biodiversidad y la resiliencia del sistema al cambio climático. Además, proporciona múltiples beneficios económicos y ambientales, como la mejora del suelo, la captura de carbono y la diversificación de ingresos para los agricultores.
Un ejemplo exitoso es el Sistema Agroforestal Quesungual en Honduras, donde pequeños agricultores han integrado árboles en sus parcelas de maíz y frijol. Esto ha resultado en mayores rendimientos, protección contra la erosión del suelo y una mayor resiliencia a sequías y lluvias intensas. Además, la diversificación de cultivos y productos forestales ofrece seguridad alimentaria y oportunidades de ingresos adicionales.
Proyectos de Infraestructura Ecológica
La inversión en infraestructura ecológica implica considerar áreas de conservación como activos que generan valor económico y social. En lugar de ver los bosques como terrenos a despejar para proyectos tradicionales, se les reconoce su capacidad para proporcionar servicios ecosistémicos esenciales, como la regulación del agua, la protección contra desastres naturales y el turismo sostenible.
El Proyecto Corredor Biológico Mesoamericano es una iniciativa que conecta áreas protegidas desde México hasta Panamá, creando un corredor que permite el flujo de especies y la conservación de ecosistemas clave. Esta conectividad ecológica ha impulsado proyectos de ecoturismo, generación de empleo local y preservación cultural, convirtiendo la conservación en una inversión rentable para las comunidades.
Integración en Políticas Económicas
Estos ejemplos ilustran cómo la economía puede integrarse con la conservación ambiental para lograr un progreso sostenible. Los economistas tienen la tarea de diseñar políticas que incentiven estas prácticas, incorporando el valor de los servicios ecosistémicos en los modelos económicos y promoviendo mercados para bonos de carbono y productos agroforestales.
Además, es esencial fomentar marcos regulatorios que faciliten la inversión en infraestructura ecológica, reconociendo las áreas de conservación como activos estratégicos. Esto incluye incentivos fiscales, financiamiento favorable y apoyo técnico para proyectos que protejan y restauren ecosistemas mientras generan beneficios económicos.
El Papel de los Jóvenes Economistas
En este escenario, los jóvenes economistas tienen un papel fundamental en redefinir el concepto de desarrollo. Cuando la lógica y la estabilidad parecen cada vez más inalcanzables, es necesario cuestionar los paradigmas tradicionales y promover soluciones innovadoras y sostenibles.
La participación activa en la selva peruana, por ejemplo, en el diseño y promoción de instrumentos como los bonos de carbono, el apoyo a prácticas agroforestales y la valoración económica de los servicios ecosistémicos son áreas donde los jóvenes profesionales pueden marcar la diferencia. Su formación y perspectiva fresca les permiten impulsar políticas y proyectos que integren la sostenibilidad ambiental con el desarrollo económico.
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